Pero si de algo estoy completamente consciente es que nosotros, los devoradores y devoradoras de libros, no perdimos una o dos cervezas; por el contrario, ellos, los alcohólicos semianónimos, pudieron haberse extasiado en un mundo de letras como lo hicieron los asistentes a la Fiesta del Libro y la Rosa.
El Centro Cultural Universitario fue el recinto de la UNAM que arropó la celebración del Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor. Los “niños” rebasaban los 18 años de edad. Son los “migrantes digitales” que mencionó Alejandro Zenker durante su intervención en El futuro de la publicación.
El tiempo pasó sin decir: “presente”. La gente iba a la Sala Julio Bracho para ver El Padrino I, obra literaria de Mario Puzo, quien Francis Ford Coppola llevó a la pantalla grande; o venía de apreciar las exposiciones dentro del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), donde Félix González Torres, con Somewhere/Nowhere, cautivó al público al crear arte-interacción-arte.
De seis de la tarde a ocho de la noche El Hueso transmitió en vivo y a todo color desde la explanada de museo. Minutos después de las siete de la noche, Benito Taibo tomó asiento junto a los locutores en el extremo de la mesa. El publicista por necesidad y poeta por convicción no vio protagonismo alguno en el programa de W Radio.
Sin embargo, durante hora y media habló en la Sala Nezahualcóyotl, de la que puedo decir (aún sin ser presentada así) que fue la Conferencia Magistral mejor lograda durante la segunda edición de la Fiesta del Libro y la Rosa.
Un escaso público alcanzaba a cubrir la parte baja de la sala. Benito leyó e improvisó un texto que no era de chile, mole y pozole; era de poesía, crónica, ensayo, ciencia ficción, drama… Fue una espectacular evocación de autores y lugares creados por autores dentro de las novelas. Así, Benito Taibo conquistó con la palabra a los asistentes, la misma tarde en que rosas y libros acompañaron a una pequeña parte de los seres humanos.
Un escaso público alcanzaba a cubrir la parte baja de la sala. Benito leyó e improvisó un texto que no era de chile, mole y pozole; era de poesía, crónica, ensayo, ciencia ficción, drama… Fue una espectacular evocación de autores y lugares creados por autores dentro de las novelas. Así, Benito Taibo conquistó con la palabra a los asistentes, la misma tarde en que rosas y libros acompañaron a una pequeña parte de los seres humanos.
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