La poesía, dicen algunos poetas, es un arte que pocos contemplan. Y no sé equivocan los que saben. Así lo confirmó José Emilio Pacheco (el cual retomaré únicamente como poeta para este texto), hace algunas semanas en un artículo que redactó para el semanario Proceso (1782), mismo que fue titulado: “El retorno de Juan de Dios Peza”.
Cito a continuación el devastador párrafo que dice así:
“La encuesta que reveló la tragedia de nuestros hábitos culturales ni siquiera mencionó la situación de la poesía. En un país de 112 millones de habitantes se interesan por ella unas tres mil personas, según los optimistas, y no más de 500 de acuerdo con los realistas”.
Y es de preocupar porque nuestro país, México, es la raíz de una amplia república de poetas que provienen desde antes de la llegada de Cristóbal Colón o Hernán Cortés al continente americano. Uno de estos personajes fue Nezahualcóyotl.
La tradición pasó de mano en mano y permanece hasta el mes de enero del año 2011 en la voz de poetas como José Emilio Pacheco; o voces nuevas como la de Irma Pineda.
De esta manera, y con esta introducción, quiero rescatar para ustedes poemas de algunos poetas quienes dejaron el verso en el papel para hacer de este mundo un lugar más bello.
Bienvenidos al mundo de rimas y prosas, sonetos y versos, epigramas y haikús.
Entremos ahora, Y disfrutemos.
Amado Nervo (1870-1919), “Si Tú Me Dices ‘¡ven!’”
Si tú me dices “¡ven!”, lo dejo todo…
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada…
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices “¡ven!”, todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!
Ernesto Cardenal (1925-), Epigramas.
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Jaime Sabines (1925-1999), “Llegaste a tiempo”.
Debí haberte encontrado diez años antes o diez años después.
Pero llegaste a tiempo
Jorge Luis Borges (1899-1986), “Los Justos”.
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo
Jose Emilio Pacheco (1939-), “A quien pueda interesar”.
Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía
A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo
La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida