Si de algo estoy seguro es de que las palabras llegan más rápido al corazón que las balas. Esto lo compruebo cada que asisto a una conferencia, mesa de debate o, sencillamente, cuando llega un invitado al salón de clases.
Letrario (tomado de una idea de mi amiga Teresa) es un espacio para demostrar que una maravillosa forma de retratar el mundo es a través de las palabras.
Los textos aquí presentados procuran unir lo periodístico con lo literario, algo que en nuestro país se ha ido perdiendo en el periodismo día a día.
Espero, en verdad, que les agrade lo que escribo, porque es de un anhelado puño y letra de periodista.

Atentamente:
José Arturo García.

2 de septiembre de 2011

El nocaut al boxeo femenil

Su pasión por el box es la misma, e incluso más intensa. Los guantes son los mismos, las caretas para protegerse el rostro también.
Corren kilómetros en busca de la mejor condición física. Realizan lagartijas, abdominales… Golpean con fuerza el costal de box, tanto como lo haría un hombre; sin embargo, las mujeres aún se enfrentan a malas condiciones para salir adelante dentro del boxeo.
En México, la historia de las mujeres pugilistas tiene un primer gran referente: Laura Serrano. Nacida en la ciudad de México, Laura tuvo su época dorada en los años noventa al hacerse sentir arriba del ring por su puño demoledor, notoriedad que inició al enfrentar a Christy Martin (en ese entonces la mejor del mundo) aún siendo, Serrano, una deportista amateur.
Era un combate de “relleno” para abrir el duelo entre Julio César Chávez y Frankie Randall. Los jueces otorgaron un empate, aunque se recuerda que la poeta del ring fue la mejor esa noche.
En 1998, Serrano fue anunciada para abrir otra pelea de Chávez. Días antes, las autoridades de la Ciudad de México revivieron una ley del año 1947 donde se prohibía a las mujeres boxear de manera profesional. El objetivo era, según los legisladores de aquel tiempo, “proteger a la mujer y sus ‘órganos reproductores’”
El fallo final fue a favor de Laura Serrano, quien argumentó la violación de la ley a la reforma constitucional de 1992 donde se hablaba de la igualdad entre ambos sexos.
A más de una década de dicho acontecimiento, las mujeres ven pocos avances para su género en el deporte de los guantes: siguen enfrentándose a la discriminación, la mala paga por sus peleas y pocas oportunidades de combatir.

Si pagaran bien ni lo pensaría”

Una boxeadora amateur, quien pidió el anonimato, finaliza su entrenamiento. Su rostro rojizo y sudoroso refleja dos horas de entrenamiento en el gimnasio.
La pugilista, nombrada Blanca para este reportaje, no posee los pómulos hinchados como otras boxeadoras, la razón: nunca ha peleado arriba de un ring pero conoce a la perfección el mundo de los jabs y ganchos al hígado. “Me han dicho que boxeé profesionalmente pero no quiero porque está muy mal pagado”, menciona la entrevistada.
Blanca habla bajó, como si temiera ser escucha. Permanece en silencio cuando alguien se aproxima. Con ese nivel de voz responde a la pregunta de ¿cuánto gana una mujer que inicia en este deporte?
Unos mil quinientos (por pelear cuatro rounds).
¿Si la gana?
Mil quinientos, gane o pierda–. Con un movimiento de mano indica que el resultado no importa.
Y un hombre en las mismas circunstancias, ¿cuánto?
Tres mil o cuatro mil pesos. Aunque en esas (peleas) sí importa mucho el arreglo del manager, pero son cosas muy anónimas por eso nadie dice nada.
Sin dejar pasar el momento afirma: “Si yo supiera que nos pagan lo mismo que a los hombres, ni lo pensaría, dejo mi trabajo y me pongo a boxear, pero no es así”.
A la edad de 11 años Blanca dejó el Tae-kwan-Do y se dedicó a practicar el boxeo. “A mí me gustan mucho los trancazos”, agrega con una sonrisa. Es dueña de una perfumería y por eso no tiene la necesidad de pelear para obtener dinero: “Nada más fíjate la inversión que uno hace al entrenar, es todavía mayor a lo que te van a pagar”, dice.
Pero ha venido en aumento el box femenil–. Se le comenta.
¡Claro! Ahorita hay mujeres muy fuertes.
¿Qué mujer ha impulsado más el boxeo femenil?
Ana María (Torres). Definitivamente–. Responde sin dudar.
¿Y en qué lugar ubicas a Laura Serrano?
Obviamente ella fue la primera mujer que dio a conocer el box entre las mujeres, pero con Ana María fue el boom. De Laura a Ana María tuvieron que pasar años, y entre ellas hubo muy pocas mujeres boxeando.

Una Guerrera

Ana María “La Guerrera” Torres baja del cuadrilátero, se arregla el cabello después de quitarse la careta y con una sonrisa acepta que las personas se fotografíen a su lado. “La Guerrera” comenta: “Independientemente de que Laura Serrano nos abrió las puertas, lo cierto es que yo fui la primera mujer en impulsar el box femenil. Sé que no me tocan buenas bolsas porque, al ser pionera, me ha costado demasiado el que nos tomen en cuenta”.
–¿De cuánto ha sido la bolsa que más has ganado?
–La que iba a ganar, porque no me la pagaron, fue de 40 mil dólares. Gané en la Plaza de Toros México. Son cuestiones que uno va pasando. A final de cuentas nosotras respondemos con resultados.
El periodista Alfonso Jurado dice que la situación de las pugilistas mexicanas está mal porque todo gira alrededor de los hombres. Y confirma que las ganancias son mejores para el sexo masculino.
Cuando Myke Tyson peleaba competía por bolsas de 40 millones de dólares”. –Ejemplifica para decir que el dinero no pagado a Ana María Torres no tiene comparación con estas cantidades–. “Y existen peleas donde se llegan a jugar hasta 200 millones de dólares”. –Finaliza el periodista.

Poco apoyo

Carlos Gutiérrez y Mario Vadillo son entrenadores en el gimnasio Nuevo Jordán. Sus canas y lentos pasos no impiden que sigan enseñando a quien deseé dedicarse al deporte que Francisco Masse definió como “el ejercicio más completo creado por el hombre”.
El manager Vadillo lleva 14 años en el gimnasio y ha visto pasar a muchas mujeres. “Laura Serrano fue la primera campeona (mundial) que tuve, luego nos íbamos a comer”, responde con orgullo.
El ruido de los golpes sobre los costales y las peras impiden que Mario Vadillo escuche con claridad, aunado al problema de sordera que padece a pesar del aparato con que cuenta. Se dedica a entrenar “como a cuatro o cinco niñas” de las veinte que, calcula, se preparan actualmente en el Nuevo Jordán.
–¿Las mujeres tienen el apoyo necesario?–. Se le pregunta.
–Estas chicas no tiene apoyo, ellas pagan el gimnasio. Pero luego no tienen ni los diez pesos que les cobramos por una hora y media de entrenamiento. Aún así dejamos que practiquen.
El manager Gutiérrez agrega que “el progreso de las boxeadoras viene en ascenso y cada día llegan más mujeres”.
Con cierta desconfianza responde a la pregunta de cómo apoya el Consejo Mundial de Boxeo a las mujeres: “El CMB no se mete en el gimnasio. Nada más entra en las clasificaciones. A ellos no les interesa si entrenan aquí o en otro lugar”.
Por medio de una solicitud de información enviada a este órgano deportivo, se preguntó si contaban con datos sobre el número de mujeres dedicadas al boxeo profesional en México. La respuesta fue negativa: “Después de consultar con el historiador del CMB, el señor Víctor Cota, le informo que no existen registros de ese tipo en las Comisiones de boxeo… Sin embargo, podemos decir que en el Distrito Federal no creemos que haya más de 100 boxeadoras profesionales”.
Por su parte, Ana María Torres comenta: “El CMB ya no puede cerrarse a no darnos las oportunidades porque las mujeres damos buenos espectáculos y el público nos acepta muy bien”.
Nombres como Jackie “La Princesa” Nava, Mariana Juárez, Anabel Ortiz, Irma “La Güerita” Sánchez, Zulina Muñoz, Ibeth “La Roca” Zamora, Areli “La Metralleta” Muciño y María Elena Villalobos toman relevancia.

Blanca no deja de platicar sobre la situación que conoce del box. Enfatiza la situación económica cuando indica: “Todavía, desgraciadamente, vivimos en el machismo porque las mujeres no ganan como los hombres”. Y tomando el caso de “La Guerrera” dice: “A Ana María le ha costado demasiados años y peleas (llegar hasta donde está), pero ya tiene buenos patrocinadores, algo que las jóvenes de aquí no”.
–¿Y hasta cuando crees que esto cambie?
–Creo que le va a faltar demasiado tiempo–. Concluye.