Cuando uno googlea (como ya se dice para buscar información en internet) la palabra “poesía” aparecen 30 millones 400 mil páginas electrónicas con esta palabra la cual es desconocida por unos, indispensables para otros, indiferente para muchos.
Parecen ser más sitios de los que uno cree al momento. De hecho, sorprende el número (en millones) de sitios web que cuentan con las anteriores palabras, pero es un número insignificante si tecleamos la SEXO (dice una de mis maestra que es la más buscada). Llevo el puntero a “buscar” y trae consigo un resultado de 236 millones de sitios.
Otras combinaciones como “Círculo de poesía” y el resultado se reduce casi a la nada: 79 mil espacios para esta milenaria actividad.
Me digo a mí mismo: “la calentura en el mundo está cabrona”. Pero es cierto: ¿a quién rayos le importa hoy en día la poesía? ¿Quién pagaría por un libro que trae dentro de sí las pasiones, los amores y los sufrimientos de un ser humano que resulta, en muchas ocasiones, desconocido para nosotros? Todo indica que los poetas están destinados (a menos que lleven por apellidos Paz, Neruda, Sabines o alguno nombre estrafalario) a que de sus libros, con suerte, puedan publicarse con un tiraje mil ejemplares. Y con mucha más suerte, sea reimpreso en dos ocasiones.
Si prosiguimos con la suerte, los ligeros libros de poesía (exhaustivos por dentro y frágiles por fuera) terminarán en una biblioteca pública o en algún remate de libros o regalados en alguna esquina del centro histórico. De esta manera, la poesía se convierte en el arte perdido de muchas personas que se dedican a escribir por el simple arte de escribir. La poesía es para mí, un acto individual que busca ser colectivo, por ello la elección del poema final.
Y como quiere evitar lo que comúnmente ocurre en las conmemoraciones, es decir, cuando se recuerda a un escritor y nunca se lee algo que haya escrito, lo que pretendo evitar es celebrar el Día Mundial de la Poesía (21 de marzo) sin poesía. Deseo cerrar este texto con el siguiente verso que ha marcado toda o una parte de mi vida. Ojalá provoque algo en ustedes.
No estoy alegre ni triste.
Éste el destino de los versos.
Los escribí y debo mostrarlos a todos.
No podría ser de otro modo.
La flor no puede ocultar su color
Ni el río disimular su curso
Ni el árbol esconder sus frutos…
¿Quién los leerá?
¿A qué manos irán?
Me someto y me siento casi alegre,
Casi alegre como el que se cansa de
estar triste.
Fernando Pessoa / Alberto Caeiro
Versión de Octavio Paz.