Si de algo estoy seguro es de que las palabras llegan más rápido al corazón que las balas. Esto lo compruebo cada que asisto a una conferencia, mesa de debate o, sencillamente, cuando llega un invitado al salón de clases.
Letrario (tomado de una idea de mi amiga Teresa) es un espacio para demostrar que una maravillosa forma de retratar el mundo es a través de las palabras.
Los textos aquí presentados procuran unir lo periodístico con lo literario, algo que en nuestro país se ha ido perdiendo en el periodismo día a día.
Espero, en verdad, que les agrade lo que escribo, porque es de un anhelado puño y letra de periodista.

Atentamente:
José Arturo García.

11 de octubre de 2010

Enseñanzas literarias

La tarde de un viernes de celebración en la UNAM se recibía con lluvia. La gente formada para entrar a la Sala Nezahualcóyotl no se retiraba ante el diluvio que repentinamente caía sobre ellos. Los chiflidos de los asistentes presionaban a los organizadores para apresurar el acceso al recinto donde fueron los Diálogos Literarios con José Emilio Pacheco y Mario Vargas Llosa.

La lluvia cayó al por mayor. Lectores corrían apresurados para mojarse lo menos posible. Quienes ya estaban dentro esperaron alrededor de una hora para ver a los escritores iniciar la conversación. Se anunció la “¡tercera llamada, tercera llamada!”. El primero en dialogar fue el poeta mexicano, José Emilio Pacheco. La gente lo recibió de pie entre una cascada de aplausos.

El autor de Las Batallas en el Desierto iba acompañado de su amigo Ignacio Solares quien lo ayudó a llegar al sofá rojo donde ambos conversaron ante un público que estuvo cerca de llenar el recinto. Ignacio inició con citas; José Emilio añadió frases que repercutían en jóvenes y adultos ahí presentes: “no piensen nada, vivan el ahora”, decía con la ternura provocada por sus 71 años de vida.

Otros rayos de luz salían de su boca: “escribir es un don, no de seres especiales, sino que se va perdiendo en la gente”, “la ciudad es de los jóvenes, a uno lo va desplazando con el tiempo” y “estoy a favor de la memoria, que no se olviden las cosas”.

La simpatía del escritor mexicano provocó extensas risas en las personas. Sus respuestas era humorísticamente cortantes: “¿cuál es su obra mejor lograda?”, se le preguntó, “La que estoy escribiendo”, respondió en cuatro palabras.

Y la política no quedó de lado al decir que “la guerra (en México) está perdida como estuvo perdida la guerra en Irak”. Agregó: “ya no quiero hablar de política porque la política lleva a la muerte y no quiero que nadie muera por culpa”, su voz y cuerpo reflejaban el cansancio del momento. La política quedó de lado.

Su compañero de asiento y oficio añadió a la idea del hombre galardonado con el Premio Cervantes: “la violencia es el veneno y la cultura es el antídoto”. José Emilio fue invitado a no partir; sin embargo, entre aplausos llegó y también se retiró del recinto que atestiguó, probablemente, las últimas oraciones del escritor que retrató la ciudad de México a través de las palabras.

Se escuchó la primera llamada y Mario Vargas Llosa apareció. Su acompañante, Sealtiel Alatriste, caminó tras él. Fríamente tomaron lugar. "La entrevista no fue una plática". El escritor cubano nacionalizado español se reencontró con el tiempo ante cada pregunta y las experiencias con sus libros transformaron el ambiente en la Sala.

Sus vocablos flotaban y eran atrapadas por los hipnotizados espectadores. Vargas Llosa comentó: “los fundamental es que, quien se dedique a la literatura, lo haga porque encuentra satisfacción en lo que escribe”.

Puso énfasis en la responsabilidad de escribir bien porque “las palabras repercuten en el mundo de los lectores”.

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