Si de algo estoy seguro es de que las palabras llegan más rápido al corazón que las balas. Esto lo compruebo cada que asisto a una conferencia, mesa de debate o, sencillamente, cuando llega un invitado al salón de clases.
Letrario (tomado de una idea de mi amiga Teresa) es un espacio para demostrar que una maravillosa forma de retratar el mundo es a través de las palabras.
Los textos aquí presentados procuran unir lo periodístico con lo literario, algo que en nuestro país se ha ido perdiendo en el periodismo día a día.
Espero, en verdad, que les agrade lo que escribo, porque es de un anhelado puño y letra de periodista.

Atentamente:
José Arturo García.

6 de noviembre de 2010

Mi encuentro con la UNAM

Los festejos de la UNAM están finalizando. Han habido concurso para todo tipo de arte: periodismo, poesía, arquitectra, pintura, diseño, etcétera. Uno de ellos fue "El significado de la UNAM en mi vida". Aunque no ganó, me gustaría presentarles parte de lo que realicé.

(...) Mi encuentro con mi universidad ha sido así. Las emociones o tristezas se abordan de forma diferente en este lugar. En seguida nacen nuevos sentimientos con los lugares que aquí encontramos. Disfrutamos nuestra primera visita en la Sala Nezahualcóyotl, viendo a la Orquesta Filarmónica, que después visitaría cada Facultad y finalizaría en las Las Islas antes de regresar a su recinto por el que han pasado escritores como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Noam Chomsky, Eduardo Galeano y Benito Taibo.

Los universitarios gritamos con orgullo el Goya que sale de nuestras gargantas en señal de victoria, porque es el sonido que nos adhiere todavía más a los colores azul y oro. Vibraciones que resuenan por territorio universitario durante un torneo deportivo, un concierto o al término de una interesante conferencia. También fuera de la universidad existe esta esencia de la que no me deslindo ni se deslindan. Las marchas son testigo de ello. “2 de octubre no se olvida”, se escucha en la Plaza de las Tres Culturas. O cuando los Pumas juegan fuera de casa o en reuniones donde los amigos gritan al unísono que son una generación de las formadas en cien años por la institución creada por Justo Sierra.

La universidad se vive por caminos diferentes, pero el Goya se convierte en el común denominador que caracteriza a estudiantes. Nos encontramos a las fueras del metro Universidad, caminamos juntos hacia el Pumabús y subimos por las mismas escaleras hacia nuestro salón. En todo el trayecto no nos reconocemos porque somos miles. Sin saludarnos nos abrazamos por pertenecer a la UNAM. No los conozco ni me conocen pero tenemos una misma identidad que sale a la luz cuando llevamos el escudo con el águila mexicana y el cóndor andino en nuestro pecho, con los colores que alguna vez portó el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz.

Sé que son iguales a mí, pero identificamos nuestras diferencias cuando nos encontramos sentados sobre las piedras del espacio escultórico. Después, simplemente, volvemos a ser uno mismo. Es tranquilo y hermoso ver el atardecer desde la serpiente que hace compañía a la Biblioteca Nacional y recorrer la superficie de lava seca antes de llegar al Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Mientras unos se encuentran allí, otros practican deporte en el lado opuesto de la universidad; un grupo de amigas estudian para su examen a las afueras de su Facultad desde donde se ve a quien, sentado, investiga en la Biblioteca Central bajo el resguardo de la obra maestra de Juan O´Gorman. Metros afuera, un grupo de extranjeros aprende historia de México a través de los murales de David Alfaro Siqueiros. Rodean Rectoría y en su camino se cruzan con estudiantes de teatro que perfeccionan el final de la obra del inmortal William Shakespeare.

Todo esto es una parte de lo que conforma a la UNAM. Más que ciudad, un mundo que relaciona a las clases sociales, religiones, ideas políticas y colores de piel. Todo se encuentra desde el museo Universum hasta el Estadio Universitario por donde corrieron los atletas en los Juegos Olímpicos de 1968; mismo sitio que cada dos semanas se convierte en la guarida del puma.

Las formas de disfrutar nuestra estancia son diversas. ¿Quiénes somos para juzgar la mejor forma de hacerlo? Éste es el significado que la universidad tiene para mí. Es un tiempo y un espacio que he aprendido a valorar. Algo que no se entiende sino desde el origen del encuentro. Y que no se explica sino con el contexto en el que me desenvuelvo cada día. Que de igual forma lo manifiesto cuando apresuro el paso para no llegar retrasado a una clase o cuando inicia un semestre y encuentro a los amigos que conocí desde el primer día en la universidad. Entonces comprendo que no inicio sino que me encamino hacia las últimas tardes de mi estancia por la Facultad, junto a los árboles que me protegen del sol antes de entrar a la siguiente clase. Los que algún día citaré para decir: yo estudié aquí y la UNAM siempre será parte de mi vida.

Foto: Google
 

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